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Te amo
Te amo

Meciste en tu regazo nuestros frágiles cuerpos, cuando siendo bebés dependimos totalmente de ti, seguramente dormíamos plácidos con tus arrullos, y escuchando el latir de tu corazón. Cuidaste nuestros cuerpos, estimulaste nuestra mente y alimentaste nuestro espíritu con la fe en Dios y amor a la naturaleza, gustabas de encontrar figuras en las nubes y mostrárnoslas; como olvidar los días de campo queriendo cazar mariposas y las excursiones a las Lagunas de Zempoala.

Sacrificaste tu amor de madre al bienestar de tus hijos, al igual que María entregó al suyo. Sin desfallecer o queja con la firme convicción de que serían hombres de bien y profesionistas. Y así fue, las lágrimas que a escondidas derramaste y el silencioso dolor de tu corazón dieron fruto.

-¡Mamita!, -¡fui tu compañera de guerra!, de días oscuros y nubes negras, más en todo momento te mantuviste firme, no te diste por vencida ni en la pobreza o enfermedad. Me abrazabas fuerte mientras fumabas tus “Faros”, y decías: -¡Un día nos reiremos de esto hija” y, así fue. La ruleta dio vuelta y como hemos reído de ésos tiempos. No pudiésemos haber disfrutado tanto sin ese antecedente de dolor y amargas experiencias. Hemos compartido una mullida cama, una buena comida, una conmovedora película, el nacimiento de mis hijos y discurrido sobre cientos de libros. Disfrutamos con nuestro ángel guardián del viaje de tus sueños. Dios a través de Él te resarció con un hogar y vida cómoda. Viajaste y disfrutaste.

A cada uno de tus hijos, nietos, bisnietos, familiares, amigas, vecinos y hasta al desconocido de la calle nos entregaste tu amor, no el que hubieras querido dar, pues siempre querías ayudar y que estuviéramos bien. Nos regalaste en cantidad y calidad el tipo de amor que cada uno necesitamos y estuvimos dispuestos a recibir de ti…

Nos compartiste tus recuerdos, lo más profundo de tu infancia incluyendo las mil aventuras al lado de tus amados hermanos en ”La Presa Calles”, heredaste la gallardía y fortaleza de tu padre; la devoción y sentido del humor de tu madre, y el orgullo ancestral. Un deleite fue pasar horas en tu compañía escuchando las historias del abolengo francés e indio del que hacías gala. Desvelaste un poco de nuestro origen con las anécdotas de los numerosos hijos de los abuelos o la terrible revolución.

Disfrutamos de tu maravillosa narrativa, al referir con tal elocuencia la historia de: Cherezada, el jorobado, el pájaro que habla, árbol que canta y el agua dorada; siendo así que sin ir al medio oriente, ahí estábamos entre sultanes y bellos tapices. Imposible dejar de mencionar el clásico cuento del changuito travieso, del cual te asumo autora pues jamás lo he leído en algún libro o escuchado de alguien más.

Tu desbordada pasión por la lectura me contagió. Amabas la buena música y me enseñaste a conocerla y valorarla, tenía que pasar el examen que a los primeros acordes me aplicabas. Tu amor me hizo amar, tus consejos y amonestaciones forjaron mis valores, tu apoyo me fortaleció; sin lugar a dudas soy la mujer que soy precisamente por ser tu hija.

-       ¡Señora impecable en tu cuerpo, cabello de oro, sonrisa pronta, palabra amable, de cultura, intelecto y memoria admirables. Cuando la memoria fallaba, el ingenio agudo te alcanzaba y salvabas cualquier situación!.

-¡Contigo se podía hablar de ciencia, historia, arte,  problemas del corazón y hasta de futbol!.  Mujer generosa amante eterna de Cristo, Cursillista, servidora,  enseñaste a más de una generación el catecismo y al lado de tus queridas amigas y vecinas cuantas oraciones elevaste a Dios.

 

Mujer octogenaria, con el peso de más de 8 décadas sobre tu cuerpo cansado, pero de mente lúcida. Tu amor, conocimientos y experiencia han trascendido en nosotros. Consentida de Dios, quién te concedió larga vida y leve agonía. Concluida tu misión entre nosotros, llego lo inevitable, decidida dejaste volar tu espíritu, fuiste un poquito de todos aquí en la tierra, hoy eres parte de la conciencia Universal del Amor.    

-¡Sigues aquí en nuestro corazón, en el aire, en el agua; junto al creador gozas de la vida eterna!.

 

 “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que les ha dado a mí, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre”.   Juan 10:27-29

 

Con todo mi amor. Tu hija

 

 

 

12 de junio de 1931 – 27 de junio de 2014