Dejaron Huella

Mujeres
Mujeres

        Muchas lunas han pasado desde que empecé este relato, cuando llegó a mis manos la invitación de DEMAC a este segundo escrito, y leí su contenido creo que me bloqueé, fueron a la vez múltiples frases, momentos y rostros de mujeres, voces que me hablaban de momentos decisivos, alegres recuerdos y algunas tragedias. Finalmente cuando quería concretar un solo pensamiento, todo se disolvía y mi mente quedaba en blanco.

 

Después empezó el trabajo, hecho que espere por meses y ahora que llegó marca su territorio en mi tiempo como un bebé que cuando llega a tu vida te reafirma y ensalza a la vez que te exige tiempo y dedicación completa. Lo importante es que hoy estoy aquí, frente a mi lap, dispuesta a desvelar la sabiduría heredada, a remover mis recuerdos y buscar en el baúl olvidado aquellos momentos, pensamientos y frases que han sido participes de mi historia. Recordar y dar homenaje a aquellas mujeres que me han dado identidad como mujer; reales o ficticias pero que han dejado su huella en mi.  ¡Comencemos!...

Sin lugar a dudas el peso que ha tenido en mi vida la influencia femenina ha sido determinante en mi forma de pensar, sentir y actuar. Nací de una mujer que cultiva aún hoy, a sus ochenta y dos años, su mente a través de la lectura casi de manera adictiva; ha hecho suyos desde los clásicos, novelas históricas, principalmente de autores franceses, su preferido: Dumas padre, hasta revistas de investigación como el National Geografic y cientos de Selecciones… hasta contener los volantes publicitarios, recados ajenos o boletines informativos de carácter turístico. Con esta fiebre por la lectura, más que una frase que haya quedado grabada en mi mente respecto a esta herencia maternal, ha fomentado en mí a lo largo de los años admiración hacia ella porque era posible hasta hace algunos años discurrir en su compañía desde religión y política hasta historia y arte.

Nunca me dijo que leyera, pero ahora recuerdo estar acostada siendo una adolescente escuchando en su fantástica narrativa la historia de “Angélica”,  novela histórica que relata las aventuras de una marquesa de la corte del rey Sol. Me nacieron las ganas de devorar esos seis tomos, y ese fue el inicio para generar en mí un apetito similar por la lectura, especialmente la historia de Francia.

            Ella me transmitió el amor a la lectura que ha sido un soporte y puerta de escape a mi imaginación, sueños y frustraciones. Segura estoy de que las historias ajenas revividas en los libros que leía forjaron mi carácter, determinaron mi percepción de la realidad. Con  Angélica  y sus aventuras como marquesa provinciana, frívola cortesana, o rebelde e indomable, crucé con esperanza y arrojo los años más duros de mi vida matrimonial. Lloré con “María” de Issac. A “Lisbeth Salander”  me la topo hace dos años y me identifico con su personalidad misteriosa, inteligencia suprema y tesón. Y tatuado ha quedado mi corazón después de leer Corazón de piedra verde, y la zaga de “Azteca”; con la fabulosa descripción que hacen de nuestras ancestrales y valientes mujeres mexicanas. Un libro quizá pudiera salir sólo de revivir y plasmar en palabras lo que tantas mujeres de mis libros han dejado en mí.

Es también a través de tantas historias de otras mujeres que me han transmitido, con sus reales y fantásticas vidas, parte esencial, sublime o tangible de la sabiduría femenina. Siendo así que mi primer guijarro parlante lo dedico a mi madre y a la experiencia de la lectura cuyo impacto en mi vida ha sido determinante; hasta hoy utilizado generalmente para alimentar mi espíritu, sin atreverme a explorar muy a fondo el arte de convertir mis experiencias en palabras que pudiesen ser leídas por alguien más.

Hay momentos en que después de intentar una y otra vez un objetivo te quedas sin fuerza y llega el desanimo, el desaliento y hasta empiezas a dudar de tus propias fuerzas, capacidades o habilidades… eso me paso hace dos meses.

            Después de imprimir mi Currículo profesional más de 20 veces, armar un portafolio impecable de evidencias y confiar en mis capacidades me di a la búsqueda de trabajo, y uno a uno se fueron agotando las copias de mi currículo, junto con mis expectativas, confianza y hasta fe. Presenté exámenes, asistí a entrevistas, me maquillé lo mejor que pude y sin embargo no llegaba la oportunidad que en un principio parecía tan obvia y fácil. Sí, me estaba desesperando, mi orgullo “herido” decía que no valía, que ya era vieja, que mis conocimientos no eran cotizados en el mercado laboral…

            Insistí y oré durante cinco meses sin aparente respuesta, hasta que un día dejé de ordenar a Dios un trabajo y me puse en sus manos, solté mi carga y le abrí mi corazón. Como respuesta Rosy, mi sobrina, quien habita en el Distrito  Federal y a sus 26 años es parte de mis mujeres y gurús favoritas me dijo:  Tía, tú eres muy buena, busca otras opciones  , y así fue. Al día siguiente encontré una página de ofertas laborales en Internet que no había visto y, ahí estaban “2 vacantes que se ajustaban a mi perfil”. Envié mi currículo a ambas; aunque por dentro sentía alegría porque creí que ahí estaba lo que buscaba.

            Sin embargo los temores de no ser seleccionada por las experiencias de los meses pasados y en parte la inseguridad y falta de fe querían hacer de las suyas. Esa tarde en que mandé mi currículo visité a Isabel, excelente amiga quien por más de veinte años ha estado presente en mi vida y con quien he compartido desde secretos hasta palomitas de maíz viendo películas tardes enteras. Pues bien, esa tarde comentando con mi amiga sobre mi candidatura para el puesto y lo perfecto que era para mis conocimientos y experiencias ella soltó la frase más mágica que pude escuchar: “Lo que es tuyo nadie te lo va a quitar”, no dijo más, ya en visitas anteriores me había reconfortado, animado y hasta adulado con fin de elevar mi ánimo. Ese día sus palabras retumbaron en mi corazón, no solo las escuche; me apropié de ellas y me dieron tal paz que, cuando al día siguiente me llamaron para entrevista y finalmente fui contratada, no me sorprendió pues sabia dentro de mi que ese trabajo me pertenecía. Y aquí estoy, robándole a la noche unos momentos para convertir mi experiencia en guijarros parlantes porque mañana es ardua la jornada; pero estoy feliz porque sé que estoy donde debo estar, haciendo nuevamente lo que me gusta, expresando mis habilidades, conocimientos y soy remunerada por ello. Sabiendo que ese reto me esperaba y en el inter aprendí entre otras cosas a ser más paciente, y saber que lo que es para mi nada o nadie me lo arrebatará.

Soy cinéfila frecuente, mi tarjeta dice: “fanática”, no creo serlo pero es verdad que ir al cine es una de las experiencias que junto con leer y viajar más disfruto. He asistido a premieres, restrenos, cine de arte, trailers, comedia, drama, películas infantiles y hasta un poco de terror. Años hace que tomé la decisión de cuando no pudiese ir acompañada de otros, mi compañía era bien recibida y hoy disfruto tanto cundo voy con mi familia, amigas, pareja al igual que cuando mi sola presencia es espectadora del largometraje.

Así, conmigo como compañera, fui el miércoles pasado aprovechando mi hora de descanso para comer y el descuento clásico de mitad de semana; me encaminé a la sala más cercana dispuesta a disfrutar de “La ladrona de libros”, filme del cual ya había escuchado los mejores comentarios y no quería perderme. La historia es un enfoque más a la ya trillada segunda guerra mundial donde Markus Zusak, autor del libro en el cual se basa la película, cuenta la historia de Liesel. hija de una madre comunista deportada de Alemania, quien es adoptadapor una familia pobre, con quienes ella vive la dura experiencia de haber existido y sido testigo de un hecho histórico tan doloroso. La película resultó deliciosa y sublime. Brian Percival, el director, aprovechó la historia al máximo y la actuación de Sophie Nélisse me robó el corazón.

Lloré buena parte de la película, y casi al final la muerte que personifica al narrador, hizo brincar de la escena a mis oídos algo que me impacto: - “La vida no promete nada”. Esto hacía alusión a la vida de Liesel quien perdió todo los que amaba y aun así se convirtió en gran escritora.

 

Me reflejé y apropié de la frase, y como dicen las talladoras de palabras, esa frase ha sido estos últimos días semilla de reflexiones, ideas y emociones; es verdad la vida no promete solo hay que vivirla. Cuántas veces sufrí por sueños no cumplidos, por despedirme de quienes amo, porque las cosas no eran lo que esperé, lloré, sufrí, reclamé y la vida siguió. Sólo cuando tuve el valor suficiente para vivir y no para esperar, el milagro sucedió y se renueva, como con la experiencia de mi trabajo o el poder sentarme en este momento a escribir, cuando lo he esperado dos semanas. Así es la vida sin promesas, así de trágica y así de maravillosa… ¿Qué será para mí?

Escrito en febrero 2014