Remembranzas

En esta sección comparto un poco de mi interior.

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¿Por qué escribir?

 

Porque de no hacerlo perdería el momento vivido, la experiencia, los aromas, las sensaciones… 

 

   La mente es tan ingrata, que bien recuerda el dolor, el agravio y ultrajes recibidos; pero olvida fácilmente la dulzura, la quietud, la paz, el bello momento, el estremecimiento por un beso o la gratitud a Dios por un amanecer. 

Por eso escribo, cual el pintor, escultor o poeta; en un intento de inmortalizar  lo sublime, lo único… quizá lo que jamás se volverá a vivir. Pretendo así pues hacer perene la simpleza del instante presente, en éste lugar, por el solo placer de experimentar éstas emociones

   Por mi mente navegan como es costumbre, miles de pensamientos intentando anclarme, esclavizarme a sus inquietudes, demandas, temores, quejas, observaciones o disertaciones; pero desvío suavemente la mirada y fijo mí vista en el horizonte. Diviso un cielo azul grisáceo, brumoso, parecería melancólico o triste; más no lo es en modo alguno. Esconde a través de la bruma su majestuosidad, una segunda mirada más profunda me devuelve un cielo radiante, discreto, tan misterioso y mágico que requiere ocultar su gracia, permitiendo a las nubes multiformes ser las protagonistas del espectáculo, que empujadas por el viento, con movimientos imperceptibles enmarcan las cumbres de las montañas que se atisban a lo lejos. En la base el suave oleaje de las transparentes y nítidas aguas del lago entonan con un vaivén, acompasado y firme; suaves murmullos apenas audibles.

   En este momento mi mente ha despertado, se ha aclarado, -¡Ya es libre!, libre para ver, oler, sentir, trascender. Libre para vivir y disfrutar de este momento. El único existente realmente porque es el presente. Mi cuerpo ha dejado de tener prisa y ansiedad, esta relajado, sereno. Puedo escuchar el latir de mi corazón haciendo su función de bombeo interminable. Así que me dispongo a seguir en contemplación y meditación disfrutando de este instante mágico de conciencia pura.

   Distingo a lo lejos la gran construcción blanca del elegante  “Hotel Imperial” a la orilla del lago Annecy, las singulares y numerosas casitas estilo andino que con sus tejados color ladrillo dan un toque de color e irrealidad al majestuoso concierto visual que en nada desentona con la magnificencia de la naturaleza.  -de pronto, como reclamando atención el lago despierta de su tranquilidad silenciosa, de su acompasado y suave movimiento de agua, salpicando con fuerza las rocas a mi alrededor. Ya ha sido paciente pues se sabe el actor principal y protagónico de semejante momento.

Parece decirme: -¡Mírame, aquí estoy majestuoso!, ¿Qué esperas para describirme a detalle?

   Pues bien; -¡Helo aquí! … vivo, transparente, hechicero. Con reflejos dorados provocados por el tenue sol que al chocar con sus aguas cobran vida y producen prismas  multicolores que parecieran juguetear en movimientos ondulantes a capricho con el fondo azul verdoso cubierto de piedras. En la superficie uno que otro “canard” pasea confianzudamente por sus aguas intentando establecer contacto conmigo:

 -¡He estado perdida, somos tan parecidos disfrutando de estas aguas!.

Finalmente en lontananza dos lanchas con pescadores locales lanzan sus redes esperando la preciada recompensa; sin prisa se toman su tiempo. Tal vez fuman, cantan, o quizá su mente paralelamente hace disertaciones semejantes a las mías. –todo es posible con semejante paisaje.

   Este lugar me enamora, toca cada fibra de mi ser y desata una alegría primitiva, irreal, inmaterial. Sensaciones que me subliman a lo espiritual al encuentro con lo divino. Viendo sus matices me siento parte del todo, escuchar el susurro del acompasado movimiento de sus aguas me arranca suspiros de felicidad.

Ser parte del paisaje entremezclada con aves, peces y demás seres que habitan este lugar me llena de fe en Dios, esperanza en el ser humano e inflama mi corazón de felicidad.

¿Cómo perder este momento?. ¿Cómo dejarlo ir si más ni más? -imposible...

 

   Por eso escribo. Porque ayudo a mi ingrata memoria a atesorar así lo que vale la pena,  lo que me humaniza y trasciende. Porque dispongo en cualquier momento de un papel que me recuerda quizá en la tristeza o desesperanza que las pequeñas hojas de un árbol que resurgen después de un riguroso invierno ofreciendo con su verdor un regalo a la vista, son parte del gran círculo  de la vida donde todo se regenera. Porque a través de la escritura puedo compartirte mi ser, mis esperanzas, experiencias… la certeza de que cuando un espíritu está alerta  un ave silbando es buen elemento para el reposo y la quietud. 

 

Marzo 2008/noviembre 2014